NUEVE - parte 1
El viejo arte del autoliderazgo
La gente buena se consolida sin cesar.
CONFUCIO
–El tiempo vuela –dijo Julián antes de servirse otra taza de té–. Pronto
amanecerá. ¿Quieres que continúe o ya tienes suficiente por esta noche?
De ninguna manera pensaba yo dejar que este hombre, que atesoraba
tanta sabiduría, se fuera sin completar su historia. Al principio su relato
me pareció fantasioso. Pero a medida que escuchaba y asimilaba la antiquísima
filosofía que se le había otorgado, acabé creyendo firmemente
en lo que decía. Aquí no se trataba de las especulaciones de un mercachifle
de tres al cuarto. Julián era muy auténtico. Y su mensaje sonaba
a verdad. Yo confiaba en él.
–Sigue, Julián, por favor. Tengo todo el tiempo del mundo. Esta noche
los chicos duermen en casa de sus abuelos, y Jenny aún tardará horas
en levantarse.
Notando mi sinceridad, Julián continuó con la fábula simbólica que el
yogui Raman le había ofrecido para ilustrar sus métodos para una vida
más plena y radiante.
–He explicado que el jardín representa ese otro fértil jardín, el de tu
mente, que está lleno de tesoros y riquezas ilimitadas. También he
hablado del faro y de que representa el poder de los objetivos y la importancia
de descubrir la propia vocación. Recordarás que la puerta del
faro se abría lentamente y que de él salía un poderoso luchador de sumo
japonés.
–Parece una mala película de Godzilla.
–A mí me encantaban cuando era un chaval.
–Y a mí. Pero no dejes que te distraiga –repliqué.
–El luchador de sumo representa un importantísimo elemento en el
sistema de los Sabios de Sivana. Hace muchos siglos, en el antiguo
Oriente, los grandes maestros desarrollaron y pulieron una filosofía llamada
kaizen. Esta palabra japonesa significa mejora constante. Y es la
marca de fábrica de todo hombre o mujer que vive una existencia despierta
y dinámica.
–¿Cómo enriqueció la vida de los sabios el concepto de kaizen? –
pregunté.
–Como he mencionado antes, John, el éxito externo empieza por el
éxito interno. Si de veras quieres mejorar tu mundo exterior, llámese tu
salud, tus relaciones o tus finanzas, debes primero mejorar tu mundo
interior. El modo más eficaz de conseguirlo es mediante la práctica de
una continua autosuperación. El autodominio es el ADN del dominio de
la vida.
–Julián, espero que no te importe que lo diga, pero todo eso del
«mundo interior» me suena muy esotérico. Recuerda que soy un abogado
de clase media con un utilitario aparcado en el camino particular y
un cortacésped en el garaje. Mira, todo lo que me has dicho hasta ahora
encaja. A decir verdad, gran parte de lo que has compartido conmigo
parece de sentido común, aunque ya sé que el sentido común, en estos
tiempos, es todo menos común. Te diré, sin embargo, que me cuesta
un poco entender esta noción del kaizen y la mejora del mundo interior.
¿De qué estábamos hablando exactamente?
Julián fue rápido en su respuesta.
–En nuestra sociedad etiquetamos al ignorante como débil. No obstante,
quienes expresan su falta de conocimientos y buscan instruirse encuentran
el camino del esclarecimiento antes que los demás. Tus preguntas
son sinceras y me dicen que estás abierto a las ideas nuevas. El
cambio es la fuerza más poderosa que tiene nuestra sociedad de hoy.
Mucha gente lo teme, pero los sabios lo abrazan sin reservas. La tradición
zen habla de la mente del principiante: quienes están abiertos a
nuevos conceptos son siempre los que alcanzan niveles más altos de
realización. No tengas el menor reparo en preguntar lo que sea, por
más básico que parezca. Las preguntas son el modo más efectivo de suscitar el conocimiento.
–Gracias. Pero sigo sin ver claro eso del kaizen.
–Cuando hablo de mejorar tu mundo interior, estoy hablando simplemente
de autosuperación y expansión personal, y es lo mejor que puedes
hacer por ti mismo. Podrías pensar que estás demasiado ocupado
para emplear tiempo en ti mismo, lo cual sería un gran error. Mira,
cuando has dedicado tiempo a forjarte un carácter fuerte, imbuido de
disciplina, vigor, poder y optimismo, puedes tenerlo todo y hacer todo
lo que quieras en tu mundo exterior. Cuando has cultivado un sentido
profundo de la fe en tus posibilidades y un espíritu indomable, nada
puede impedir que triunfes en lo que te propongas y que vivas con
grandes recompensas. Dedicar un tiempo a dominar la propia mente, a
ocuparse del cuerpo y nutrir el alma te pondrá en situación de desarrollar
más riqueza en tu vida. Es como dijo Epicteto hace muchos años:
«Ningún hombre es libre si no es dueño de sí mismo.»
–Entonces el kaizen es un concepto muy práctico.
–En efecto. Piénsalo bien, John. ¿Cómo puede nadie dirigir una empresa
si no puede dirigirse a sí mismo? ¿Cómo puedes alimentar a una familia
si no has aprendido a alimentarte a ti mismo? ¿Cómo puedes
obrar bien si ni siquiera te sientes bien? ¿Comprendes ahora?
Asentí con la cabeza. Era la primera vez que pensaba seriamente en la
importancia de mejorar yo mismo. Siempre había pensado que todas
esas personas que veía en el metro leyendo libros con títulos como El
poder del pensamiento positivo eran tipos desesperados por hallar alguna
medicina que les devolviera al buen camino. Ahora me daba cuenta
de que quienes se ocupaban de consolidarse a sí mismos eran los
más fuertes, y que sólo a través de la autosuperación se podía esperar
que otros mejoraran también. Me puse a reflexionar sobre las cosas
que podía mejorar de mí mismo. Realmente necesitaba un poco más de
energía y de buena salud. Librarme de mi horrible mal genio y de mi
manía de interrumpir a los demás podía sin duda obrar maravillas en mi
relación con mi esposa y mis hijos. Y borrar el hábito de preocuparme
me daría la tranquilidad de ánimo y la felicidad que yo había estado
persiguiendo. A medida que pensaba en ello, más mejoras potenciales
encontraba.
Cuando empecé a ver todas las cosas positivas que influirían en mi vida
gracias a cultivar buenos hábitos, mi entusiasmo fue en aumento.
Pero me di cuenta de que Julián estaba hablando de algo más que de
unos ejercicios diarios, de una dieta sana y un estilo de vida equilibrado.
Lo que él había aprendido en el Himalaya era más profundo que todo esto.
Julián habló de la importancia de forjarse un carácter sólido, de
desarrollar una fortaleza mental y de vivir con coraje. Me dijo que estos
tres atributos conducían a una vida virtuosa, llena de realización, satisfacción
y paz interior. El coraje era una cualidad que todos podíamos
cultivar, y a largo plazo daba grandes dividendos.
–¿Qué tiene que ver el coraje con el autoliderazgo y el desarrollo personal?
–pregunté.
–Es el coraje lo que te permite correr tu propia carrera, lo que te permite
hacer lo que quieres porque sabes que está bien. El coraje te da el
autocontrol para perseverar allí donde otros desfallecen. El grado de coraje
con el que vives determina la dosis de satisfacción que recibes. Te
permite, además, comprender todas las exquisitas maravillas de esa
épica que es tu vida. Y quienes tienen dominio de sí mismos poseen coraje
en abundancia.
–De acuerdo. Empiezo a entender eso de trabajar en mí mismo. ¿Por
dónde debo empezar?
Julián volvió a su conversación con el yogui Raman en lo alto de las
montañas, en lo que él recordaba como una noche estrellada y hermosa.
–Inicialmente yo también tuve dificultades con la idea de la autosuperación.
Al fin y al cabo, yo era una especie de pistolero de los tribunales,
un tipo duro salido de Harvard que no tenía tiempo para las teorías New
Age que trataban de endilgarme unas personas a las que yo consideraba
desaliñadas. Me equivocaba. Lo que a mí me impedía avanzar mentalmente
no era sino mi estrechez de miras. Cuanto más escuchaba al
yogui Raman y más reflexionaba sobre el dolor y el sufrimiento de mi
mundo anterior, mejor acogía la noción del kaizen, el constante y eterno
enriquecimiento de la mente, el cuerpo y el alma –concluyó Julián.
–¿Por qué últimamente oigo tantas veces eso de «mente, cuerpo y alma
»? Se diría que no puedo ni darme la vuelta en el metro sin que alguien
lo mencione.
–Es la trilogía de tus dones humanos. Mejorar la mente sin cultivar tus
cualidades físicas sería una victoria realmente vana. Elevar tu mente y
tu cuerpo a los más altos niveles sin nutrir tu alma te dejaría vacío e insatisfecho.
Pero cuando dediques tus energías a abrir las puertas de todo
el potencial de esas tres cualidades humanas, saborearás el divino
éxtasis de una vida iluminada.
–Caray, has conseguido entusiasmarme.
–En cuanto a tu pregunta de por dónde empezar, prometo darte unas
cuantas técnicas, viejas pero poderosas, dentro de un momento. Pero
primero un ejemplo práctico. Ponte en posición de plancha.
Horror, pensé: Julián convertido en sargento de instrucción. Mi curiosidad
y las ganas de llegar hasta el final me hicieron obedecer.
–Ahora haz todas las flexiones que puedas. No pares hasta estar seguro
de que no puedes hacer ni una sola más.
Me esforcé en lo que pude, que era poco teniendo en cuenta que mi
corpachón de noventa y seis kilos no hacía otro ejercicio que ir andando
hasta McDonald's con mis hijos o pasear por un campo de golf con mis
compañeros de bufete. Las primeras quince flexiones fueron pura agonía.
Entre el esfuerzo y el calor de la noche estival, empecé a sudar copiosamente.
No obstante, estaba decidido a no mostrar signos de debilidad
y seguí hasta que mi vanidad empezó a capitular a la par que mis
brazos. Cuando llegué a la flexión veintitrés, me rendí.
–No puedo más, Julián. Esto va a acabar conmigo. ¿Qué quieres demostrar
con esto?
–¿Estás seguro de que no puedes más?
–Segurísimo. Déjame respirar. La única lección que puedo sacar de esto
es qué hacer ante un ataque cardíaco.
–Diez flexiones más. Luego puedes descansar –ordenó Julián.
–¡Estás de broma!
Pero lo hice. Quedé extenuado en el suelo.
–Yo pasé por la misma experiencia la noche en que el yogui Raman me
contó su fábula. Él me dijo que el dolor era un gran maestro.
–¿Qué se puede aprender de una experiencia como ésta? –pregunté
sin resuello.
–El yogui Raman y, para el caso, todos los Sabios de Sivana, creían
que las personas crecen más cuando entran en la zona de lo desconocido.
–De acuerdo. Pero ¿qué tiene eso que ver con obligarme a hacer tantas
flexiones?
–Cuando has llegado a la veintitrés dijiste que no podías más. Para ti
ése era el límite. Sin embargo, cuando te he desafiado a seguir, has reaccionado
haciendo diez flexiones más. Dentro de ti tenías reservas. El
yogui Raman me explicó una verdad fundamental cuando yo era su
alumno: «Los únicos límites son aquellos que tú mismo te pones.»
Cuando te atreves a salir de tu círculo de comodidad y explorar lo desconocido,
empiezas a liberar tu verdadero potencial humano. Es el primer
paso hacia el autodominio y el dominio sobre todas las otras circunstancias
de tu vida. Cuando se fuerzan los límites, como tú has hecho
en esta pequeña demostración, estás abriendo reservas físicas y
mentales que ni siquiera imaginabas tener.
Fascinante, pensé. Había leído hacía poco que el hombre utiliza, por término
medio, una cantidad insignificante de su capacidad humana. Me
pregunté qué no podríamos hacer cuando empezáramos a emplear el
resto de nuestras reservas.
–El arte del kaizen –prosiguió Julián– se practica esforzándose cada
día. Afánate por mejorar tu cuerpo y tu mente. Nutre tu espíritu. Haz
esas cosas que temes. Empieza a vivir con energía desbordante y entusiasmo
ilimitado. Ve salir el sol. Baila bajo una ducha de lluvia. Sé la
persona que sueñas ser. Haz las cosas que siempre has querido hacer
pero no hacías porque creías que eras demasiado joven o demasiado
viejo, demasiado rico o demasiado pobre. Prepárate a vivir una vida de
verdad, plena e intensa. En Oriente dicen que la suerte favorece a las
mentes preparadas. Yo creo que la vida también favorece a la mente
preparada.
Julián continuó su apasionado discurso:
–Identifica las cosas que te frenan. ¿Te da miedo hablar, tienes problemas
de relación? ¿Te falta una actitud positiva o necesitas más
energía? Haz un inventario de tus flaquezas. La gente satisfecha es mucho
más clarividente que la otra. Tómate tiempo para reflexionar acerca
de qué te está impidiendo llevar la vida que realmente te gustaría y
podrías llevar. Cuando hayas identificado tus debilidades, el paso siguiente
es afrontarlas con decisión y tratar de resolver los miedos. Si
temes hablar en público, firma para dar veinte conferencias. Si temes
iniciar un nuevo negocio o abandonar una relación poco satisfactoria,
haz acopio de todo tu poder de decisión y atrévete. Tal vez sea el primer
trago de libertad que hayas probado en años. El miedo no es más
que un monstruo mental que tú mismo creas, una corriente negativa de
conciencia.
–¿Una corriente negativa de conciencia, sólo eso? Vaya, me gusta.
¿Quieres decir que todos mis miedos no son sino gremlins imaginarios
que se han ido colando en mi mente con los años?
–Exacto, John. Cada vez que han impedido que hicieses alguna cosa,
tú añadías combustible a su fuego. Pero una vez conquistas tus miedos,
conquistas tu vida.
–Necesito un ejemplo.
–Bien. Pongamos por caso hablar en público, una actividad que la mayoría
de la gente teme más que a la muerte misma. Cuando yo era
abogado, conocí a colegas que tenían miedo de entrar en la sala de tribunal.
Eran capaces de cualquier cosa, hasta de buscar una conciliación
fácil para sus clientes sólo por no tener que ponerse de pie delante de
una sala llena de gente.
–Yo también he conocido casos así.
–¿Crees que nacieron con ese miedo?
–Espero que no.
–Fíjate en los niños pequeños. No tienen límites. Su mente es un exuberante
panorama de posibilidades. Adecuadamente cultivada, esa
mente los llevará a la grandeza. Llena de negatividad, los conducirá a la
mediocridad. En otras palabras: ninguna experiencia, sea hablar en
público o pedir un aumento de sueldo o nadar en un lago a pleno sol o
pasear por una playa a la luz de la luna, es en sí misma dolorosa o placentera.
Es tu pensamiento quien la hace una cosa u otra.
–Muy interesante.
–Se podría adiestrar a un niño pequeño para que le deprimiera un
espléndido día de sol, o que viese a un cachorro como un animal dañino.
Del mismo modo, un adulto podría llegar a ver una droga como un
agradable vehículo para la liberación. Todo es cuestión de condicionamiento,
¿no?
–Desde luego.
–Lo mismo pasa con el miedo. El miedo es una respuesta condicionada:
un hábito arrasador que puede consumir fácilmente toda tu energía,
creatividad y espíritu si no estás atento. Cuando el miedo enseñe su
horrible cabeza, córtasela de cuajo. La mejor manera es hacer precisamente
esa cosa que temes. Has de entender el funcionamiento del miedo.
Es algo que tú creas. Como cualquier otra creación, es tan sencillo
echarla abajo como levantarla. Busca metódicamente y luego destruye
todos los miedos que se han colado en la fortaleza de tu mente. Bastará
con eso para que tengas más confianza, felicidad y tranquilidad de ánimo.
–¿Puede la mente humana carecer totalmente de miedo? –pregunté.
–Estupenda pregunta. La respuesta es un inequívoco y enfático «¡Sí!».
Todos y cada uno de los Sabios de Sivana desconocían el miedo. Se notaba
en la forma que tenían de andar, de hablar. Se notaba cuando les
mirabas a los ojos. Y te diré otra cosa, John.
–Qué –pregunté fascinado.
–Yo tampoco tengo miedo. Me conozco a mí mismo y he visto que mi
estado natural es de fuerza indomable y de ilimitada potencialidad. Sólo
que yo estaba como bloqueado por todos esos años de abandono y
desequilibrio. Te diré algo más: cuando borras el miedo de tu mente,
empiezas a parecer más joven y tu salud gana en vitalidad.
–Ya, la vieja conexión mente-cuerpo –dije, confiando en disimular mi
ignorancia.
–En efecto. Los sabios de Oriente la conocen desde hace cinco mil
años. O sea que, de New Age, nada –dijo con una sonrisa que iluminó su rostro radiante.
–Los sabios me enseñaron otro poderoso principio en el que pienso a
menudo. Creo que te será de gran utilidad en tu camino hacia el dominio
personal. En ocasiones, cuando quiero tomar las cosas con calma,
me ha servido de motivador. Su filosofía puede concretarse así: lo que
separa a las personas realizadas de aquellas que viven sin inspiración
alguna es que los primeros hacen cosas que la gente menos perfeccionada
no gusta de hacer.
»La gente realmente esclarecida, la que experimenta la felicidad a diario,
está dispuesta a renunciar a un placer a corto plazo a cambio de
una satisfacción a largo plazo. De modo que encara sus miedos y debilidades
con valor, aunque zambullirse en la zona de lo desconocido le
suponga ciertas incomodidades. Esa gente vive según la filosofía del
kaizen: mejorar cada aspecto de sí mismos constantemente. Con el
tiempo, cosas que antes eran difíciles dejan de serlo. Miedos que antaño
les impedían experimentar la dicha que merecían caen en el camino
como árboles en un huracán.
–¿Estás sugiriendo que debo cambiarme primero a mí mismo si quiero
cambiar mi vida?
–Sí. Es como la historia que me contaba mi profesor favorito cuando
yo estaba en la facultad. Una noche, un padre estaba leyendo el periódico
después de un largo día en la oficina. Su hijo, que quería jugar, no
paraba de darle la lata. Finalmente, harto ya, el padre arrancó la foto
de un globo terráqueo que había en el periódico y la rompió en mil pedazos.
«Toma hijo, a ver si consigues montar este rompecabezas», dijo
el padre, confiando en que el niño estuviera ocupado el rato suficiente
para que él pudiera terminar de leer. Para su sorpresa, el niño volvió al
cabo de un minuto con el globo perfectamente formado. Cuando el padre
le preguntó cómo había conseguido algo tan difícil, el hijo sonrió y
le dijo: «Papá, en la otra cara había la foto de una persona, y en cuanto
he juntado la cara, la tierra ha quedado unida.»
–Bonita historia.
–Mira, John, las personas más sabias que he conocido, de los maestros
de Sivana a mis profesores de Harvard, parecen conocer la fórmula de
la felicidad.
–Continúa –dije con impaciencia.
–Es lo que he dicho antes: la felicidad se consigue gracias a la progresiva
realización de un propósito digno. Si tú haces lo que realmente
amas hacer, estás destinado a sentir la máxima satisfacción.
–Si la felicidad la consigue todo aquel que hace lo que ama hacer,
¿cómo es que hay tanta gente desdichada?
–Buena pregunta, John. Hacer lo que uno ama, ya sea dejar el empleo
que tienes ahora y convertirte en actor, o invertir menos tiempo en las
cosas menos importantes para emplearlo en las que tienen más significado,
requiere mucho coraje. Requiere que salgas de tu zona de confort.
Y el cambio, al principio, siempre es un poco incómodo. Y arriesgado.
Pero es la manera más segura de tener una vida más gozosa.
–¿Cómo hace uno exactamente para tener más coraje?
–Como en la historia de antes: junta todas las piezas y tu mundo estará
bien. En cuanto domines tu mente, tu cuerpo y tu carácter, la felicidad
y la abundancia entrarán en tu vida como por arte de magia. Pero
debes dedicar un tiempo cada día a trabajar en ti mismo, aunque sean
sólo diez o quince minutos.
–¿Y qué simboliza el voluminoso luchador de sumo en la fábula del yogui
Raman?
–Nuestro forzudo amigo te servirá para recordar el poder del kaizen,
palabra japonesa que designa el desarrollo de sí mismo y el progreso
constantes.
En unas pocas horas, Julián había revelado la más poderosa –y más
sorprendente– información que jamás había oído. Yo había aprendido
que mi mente guarda un tesoro en potencia. Había aprendido técnicas
sumamente prácticas para serenar la mente y concentrar su poder en
mis sueños y deseos. Había aprendido la importancia de tener un objetivo
claro en la vida y de fijarme metas definidas en cada aspecto de mi
mundo personal, profesional y espiritual. Y ahora había conocido el
principio del autodominio: el kaizen.
–¿Cómo puedo practicar el arte del kaizen?
–Te daré diez antiguos y efectivos rituales que te ayudarán a avanzar
en el camino del autodominio. Si los aplicas a diario, teniendo fe en
ellos, observarás extraordinarios resultados en sólo un mes a partir de
hoy. Si continúas incorporando esas técnicas a tu rutina de forma que
se conviertan en hábitos, alcanzarás un estado perfecto de salud, una
energía ilimitada, felicidad duradera y tranquilidad de ánimo. En definitiva,
alcanzarás tu destino divino.
»El yogui Raman me ofreció estos rituales con gran fe en lo que denominaba
su "exquisitez", y creo que estarás de acuerdo en que soy la
prueba fehaciente de su poder. Sólo te pido que escuches lo que he de
decirte y que juzgues tú mismo los resultados.
–¿Cambiar de vida en sólo treinta días? –pregunté, incrédulo.
–Sí. El quid pro quo es que dediques al menos una hora diaria durante
treinta días consecutivos a practicar las estrategias que voy a enseñarte.
Esta inversión en ti mismo es lo único que se precisa. Y, por favor,
no me digas que no tienes tiempo.
–Pero si es verdad –dije honestamente–. Estoy a tope de trabajo. No
tengo ni diez minutos para mí, y no digamos ya una hora.
–Como te he dicho antes, objetar que no tienes tiempo para perfeccionar
tu mente o tu espíritu es como decir que no tienes tiempo para
echar gasolina porque estás muy ocupado conduciendo. Al final lo consigues.
–¿De veras?
–Sí.
–¿Y cómo?
–Lo diré de otra manera. Tú eres como un coche de carreras valorado
en millones de dólares; una máquina bien engrasada y altamente sofisticada.
–Caray, muchas gracias.
–Tu mente es la mayor maravilla del universo y tu cuerpo tiene la capacidad
de realizar hazañas que te sorprenderían.
–Bien.
–Conociendo el valor de esta máquina de millones de dólares, ¿sería
aconsejable hacerla funcionar al máximo durante todo el día sin parar
en boxes para dejar que el motor se enfríe?
–Claro que no.
–Entonces ¿por qué no dedicas un poco de tiempo al día para tu parada
personal en boxes? ¿Por qué no te das tiempo a enfriar la sofisticada
máquina de tu mente? ¿Entiendes ahora? Renovarte a ti mismo es lo
más importante que puedes hacer. Irónicamente, sacar tiempo de tu
apretado programa de trabajo para tu perfeccionamiento y tu enriquecimiento
personal mejorará drásticamente tu efectividad en cuanto te
pongas a ello.
–¿Sólo una hora al día durante un mes?
–Es la fórmula mágica que yo buscaba. Habría pagado por ella un par
de millones en mis tiempos de abogado, si hubiera comprendido la importancia
que tenía. Yo ignoraba que era gratis, como lo es todo el saber
verdadero. Dicho esto, debes ser disciplinado y aplicar diariamente,
y con absoluta convicción en su valía, las técnicas que componen esta
fórmula. No se trata de una receta rápida. En cuanto estás metido en
ello, lo estás para largo.
–¿Qué quieres decir?
–Emplear una hora diaria ocupándote de ti mismo produce resultados
extraordinarios en treinta días, pero siempre que hagas las cosas bien.
Hace falta un mes para instalar un nuevo hábito. Después de ese período,
las técnicas que aprendas encajarán como una segunda piel. La clave
está en seguir practicándolas cada día si quieres seguir obteniendo
resultados.
–Es lógico –concedí.
Julián había abierto la puerta de un manantial de vitalidad y serenidad
interior en mi vida. En realidad, su transformación en un radiante y
dinámico filósofo era poco menos que milagrosa. En ese momento decidí
dedicar una hora diaria a poner en práctica las técnicas y principios
que él me iba a enseñar. Decidí trabajar en mi perfeccionamiento antes
de trabajar en cambiar a los demás, como había sido mi costumbre.
Quizá yo podría experimentar una transformación como la de aquel antiguo
abogado llamado Mantle. Desde luego, valía la pena intentarlo.
Esa noche, sentado en el piso de mi atestada sala de estar, aprendí lo
que Julián llamó «los diez rituales de la Vida Radiante». Varios de ellos
exigieron por mi parte un esfuerzo de concentración. Otros podían ser
realizados sin esfuerzo alguno. Todos eran intrigantes y prometían cosas
extraordinarias.
–La primera estrategia era conocida por los sabios como el Ritual de la
Soledad. Se trata de asegurar que tu programa diario incluya un período
obligado de paz.
–¿Y eso qué es?
–Un período de tiempo, mínimo quince minutos y máximo cincuenta,
en que tú exploras el poder curativo del silencio y tratas de saber quién
eres –explicó.
–¿Una especie de descanso para la recalentada máquina de mi mente?
–sugerí con una sonrisa.
–Es una manera bastante exacta de verlo. ¿Alguna vez has hecho un
viaje largo con tu familia?
–Seguro. Cada verano vamos en coche a las islas a pasar un par de
semanas con los padres de Jenny.
–Muy bien. ¿Hacéis alguna parada en ruta?
–Sí. Para comprar comida, o, si noto que me entra sueño, echo una
siestecita después de aguantar seis horas oyendo cómo se pelean los
crios en el asiento de atrás.
–Bien, piensa en el Ritual de la Soledad como en una parada en ruta
para el alma. Su propósito es la autorrenovación, y eso se consigue pasando
un tiempo a solas, inmerso en la hermosa envoltura del silencio.
–¿Qué tiene de especial el silencio?
–Buena pregunta. La soledad y la quietud te conectan con tu fuente
creativa y liberan la ilimitada inteligencia del universo. Verás, John, la mente es
como un lago. En nuestro caótico mundo, las mentes de la
mayoría de las personas no están quietas. Están llenas de turbulencias
internas. Sin embargo, simplemente dedicando un rato a estar callados
y quietos, el lago de la mente se vuelve tan liso como una luna de cristal.
La quietud interior trae consigo muchos beneficios: una intensa
sensación de bienestar, paz interior y energía desbordante. Incluso
dormirás mejor, y disfrutarás de una renovada sensación de equilibrio
en tus actividades cotidianas.
–¿Dónde debo practicar este período de paz?
–Teóricamente, cualquier sitio sirve, desde tu dormitorio a tu oficina.
La clave está en encontrar un lugar verdaderamente tranquilo... y hermoso.
–¿Dónde encaja aquí lo hermoso?
–Las imágenes bellas suavizan al alma atribulada –observó Julián con
un suspiro–. Un ramo de rosas o un simple y solitario narciso tendrán
un muy saludable efecto sobre tus sentidos y te relajarán. Lo ideal sería
que pudieras saborear esta belleza en un espacio que sirviera de santuario
del yo, un lugar que será tu fórum secreto para la expansión
mental y espiritual. Podría ser una habitación que tengas desocupada o
un rincón tranquilo de un pequeño apartamento. El caso es reservar un
sitio para tus actividades, un lugar que esté allí esperando tu llegada.
–Eso me gusta. Creo que disponer de un lugar silencioso en donde
meterme cuando llego del trabajo cambiaría muchas cosas. Así podría
liberar todo el estrés. Seguro que así sería más agradable estar conmigo.
–Eso trae a colación otro punto importante. El Ritual de la Soledad
funciona mejor cuando lo practicas cada día a la misma hora.
–¿Por qué?
–Porque así queda integrado en tu rutina diaria. Practicando el ritual
siempre a la misma hora, esa dosis diaria de silencio se convertirá rápidamente
en un hábito del que no podrás prescindir. Y los hábitos positivos
conducen inevitablemente al que es tu destino.
–¿Algo más?
–Sí. Siempre que sea posible, conversa con la naturaleza. Un paseíto
por el bosque o unos minutos de dedicación a las tomateras de tu patio
volverán a conectarte con el manantial de serenidad que ahora duerme
en tu interior. Estar en contacto con la naturaleza te permite además
sintonizar con la infinita sabiduría de tu yo superior. Este autoconocimiento
te llevará a las inexploradas dimensiones de tu poder personal.
No lo olvides nunca –me aconsejó Julián con voz enardecida de pasión.
–¿Te ha servido de mucho este ritual, Julián?
–Desde luego. Me levanto con el sol y lo primero que hago es ir a mi
santuario secreto. Allí exploro el Corazón de la Rosa tanto tiempo como
creo necesario. A veces paso horas enteras en callada meditación; otros
días son sólo diez minutos. El resultado es más o menos el mismo: una
profunda sensación de armonía interna y una abundancia de energía
física. Lo cual nos lleva al segundo ritual, que se llama Ritual de Fisicalidad.
–¿De qué se trata?
–Es sobre el poder del cuidado físico. Se basa en el principio de que si
cuidas tu cuerpo cuidas tu mente. Al preparar tu cuerpo también preparas
tu mente. Dedica cada día un poco de tiempo a nutrir el templo de
tu cuerpo con vigorosos ejercicios. Haz que tu circulación sanguínea se
ponga en movimiento. ¿Sabías que una semana tiene 168 horas?
–Pues no, la verdad.
–Al menos cinco de todas esas horas deberían invertirse en alguna
forma de actividad física. Los Sabios de Sivana practicaban la antiquísima
disciplina del yoga para despertar su potencial físico y vivir una
existencia dinámica. Era un verdadero espectáculo ver a aquellos maravillosos
especimenes, que habían conseguido no notar el paso de los
años, haciendo la vertical en mitad de la aldea.
–¿Tú has probado el yoga, Julián? Jenny empezó a practicarlo el verano
pasado y dice que se siente cinco años más vieja.
–No hay una estrategia aislada que transforme tu vida por arte de
magia, John. El cambio profundo y duradero sólo es posible mediante la
aplicación continuada de varios de los métodos que he mencionado. Pero
el yoga es un modo realmente efectivo de abrir tus reservas de vitalidad.
Yo lo practico todas las mañanas y es una de las mejores cosas
que he hecho por mí mismo. No sólo rejuvenece mi cuerpo sino que me
ayuda a centrar mi mente. El yoga ha conseguido incluso desbloquear
mi creatividad. Es una gran disciplina.
–¿Qué más hacían los sabios para cuidar de sus cuerpos?
–El yogui Raman y sus hermanos creían también que andar vigorosamente
por entornos naturales, ya sea por senderos de alta montaña o
por un frondoso bosque, hace maravillas contra la fatiga y para devolver
el cuerpo a su estado natural de dinamismo. Cuando el tiempo era
demasiado malo para andar, se ejercitaban dentro de sus chozas. Podían
saltarse una comida, pero nunca su turno diario de ejercicios físicos.
–¿Qué tenían en sus chozas? ¿Aparatos de culturismo? –bromeé.
–Nada de eso. A veces practicaban posturas de yoga. Otras veces los
veía hacer flexiones apoyando una sola mano. Creo que no importaba
mucho el tipo de ejercicio, siempre y cuando movieran el cuerpo y respiraran
el aire límpido del precioso entorno en que vivían.
–¿Qué tiene que ver aquí respirar aire límpido?
–Contestaré a tu pregunta con uno de los dichos favoritos del yogui
Raman: «Respirar bien es vivir bien.»
–¿Tan importante es la respiración?
–A poco de estar yo en Sivana, los sabios me enseñaron que la manera
más rápida de doblar o incluso triplicar la cantidad de energía era
aprender el arte de la buena respiración.
–¿Es que no sabemos todos cómo hay que respirar, incluso los niños
de pecho?
–En realidad no. Aunque todo el mundo sabe respirar para sobrevivir,
la mayoría no ha aprendido a respirar para desarrollarse bien. Normalmente
respiramos poco profundamente, y no tomamos suficiente oxígeno
para que el cuerpo funcione a su nivel óptimo.
–Lo dices como si respirar bien exigiera muchos conocimientos.
–En efecto. Y los sabios así lo pensaban. Su filosofía era sencilla: incorpora
más oxígeno respirando adecuadamente y liberarás tus reservas
de energía junto con tu estado natural de vitalidad.
–Bueno, ¿y por dónde empiezo?
–De hecho es bastante fácil. Dos o tres veces al día dedica un par de
minutos a pensar en cómo respirar de un modo más eficaz.
–¿Cómo sé si respiro con eficacia?
–Para empezar, tu vientre debería moverse un poco. Esto indica que
respiras por el abdomen, lo cual es correcto. Un truco que me enseñó el
yogui Raman es juntar las manos sobre el estómago. Si se movían
cuando yo inspiraba, mi técnica era correcta.
–Muy interesante.
–Si te gusta, entonces te gustará el tercer ritual de la Vida Radiante –
dijo Julián–. El Ritual de la Nutrición. En mis tiempos de abogado, yo
vivía de una dieta a base de filetes, patatas fritas y demás comida basura.
Sí, comía en los mejores restaurantes del país, pero igualmente
ingería basura. Yo entonces lo ignoraba, pero ésa era una de las principales
causas de mi insatisfacción.
–¿De veras?
–Sí. Una dieta pobre tiene un pronunciado efecto sobre tu vida. Consume
toda tu energía, física y mental. Afecta a tu estado de ánimo y
enturbia tu mente. El yogui Raman lo decía en estos términos: «Como
nutres tu cuerpo, así nutres tu mente.»
–Supongo que cambiaste de dieta.
–Radicalmente. Y eso supuso un cambio decisivo en mi aspecto y manera
de ser. Yo pensaba que estaba hecho polvo debido al estrés del
trabajo y a que la vejez empezaba a alcanzarme. En Sivana aprendí que
gran parte de mi entumecimiento era debido al mal combustible con
que hacía funcionar mi cuerpo.
–¿Qué comían los Sabios de Sivana para ser tan longevos e inteligentes?
–Alimentos vivos.
–¿Cómo?
–No hay otra respuesta. Los alimentos vivos son los que no están
muertos.
–Venga, Julián. ¿Qué es eso de alimentos vivos?
–Básicamente son aquellos que provienen de la interacción natural del
sol, el aire, la tierra y el agua. Estoy hablando de una dieta vegetariana,
claro. Llena el plato de hortalizas, frutas y cereales y vivirás eternamente.
–¿Es posible eso?
–Muchos de los sabios habían superado la barrera de los cien y no
mostraban signos de decaimiento. La semana pasada leí en el periódico
un artículo sobre una pequeña comunidad que vive en la diminuta isla
de Okinawa, en el mar de China. A los investigadores les fascina el
hecho de que en ella vive la mayor concentración de centenarios de todo
el mundo.
–¿Y qué han averiguado?
–Que uno de los secretos de su longevidad es la dieta vegetariana.
–¿Tan sano es eso? No parece que pueda aportar demasiada fuerza.
Recuerda, Julián, que yo todavía soy un abogado con muchísimo trabajo.
–Es la dieta pensada por la naturaleza. Es vital y extraordinariamente
saludable. Los sabios llevan viviendo así desde hace miles de años.
Ellos lo llaman sattvic, o dieta pura. Y en cuanto al tema de la fortaleza,
piensa que los animales más fuertes del planeta, llámense gorilas o elefantes,
llevan la insignia del vegetariano. ¿Sabías que un gorila tiene
treinta veces más fuerza que un hombre?
–Gracias por esa información tan sustancial.
–Mira, John, los sabios no eran gente extravagante. Toda su sabiduría
se basaba en el antiquísimo principio de que «hay que vivir con moderación,
huir siempre de los extremos». Si te gusta la carne, no hay problema
en que sigas comiéndola. Pero recuerda que estás ingiriendo un
alimento muerto. Si puedes, reduce al máximo la cantidad de carne roja.
Cuesta mucho de digerir, y como el sistema digestivo es uno de los
procesos que más energía consumen, valiosas reservas de energía son
derrochadas innecesariamente por esa causa. ¿Ves adonde quiero ir a parar?
Compara cómo te sientes después de comer un filete con la
energía que tienes después de comer una ensalada. Si no quieres ser
vegetariano estricto, al menos empieza a comer ensalada en cada comida,
y fruta como postre. Incluso esto bastará para que tu vida física
experimente un gran cambio.
–No es que parezca muy difícil –repliqué–. He oído hablar bastante sobre
el poder de una dieta básicamente vegetariana. La semana pasada,
Jenny me habló de un estudio hecho en Finlandia, donde se descubrió
que un treinta y ocho por ciento de los nuevos vegetarianos afirmaban
sentirse menos cansados y más despiertos tras sólo seis meses de ese
nuevo régimen de vida. Debería acompañar siempre la comida con una
ensalada. Viéndote a ti, Julián, puede que acabe comiendo sólo la ensalada.
–Pruébalo durante un mes y juzga los resultados. Te sentirás de fábula.
–De acuerdo. Si eso es bueno para los sabios, también lo será para mí.
Prometo que lo probaré. No parece que cueste mucho esfuerzo, y
además ya estoy un poco harto de encender la barbacoa cada noche.
–Si te ha cautivado el Ritual de la Nutrición, creo que te encantará el
cuarto. Se conoce como Ritual del Saber Abundante. Se centra en la
idea del aprendizaje y la expansión de tus conocimientos por el bien de
ti mismo y de cuantos te rodean.
–¿La vieja máxima de «saber es poder»?
–Algo más que eso, John. El saber es sólo poder en potencia. Para que
ese poder se manifieste, debe ser aplicado. La mayoría de la gente sabe
lo que debe hacer en cada situación, o en su vida. El problema es que
no toma medidas coherentes y diarias para aplicar el saber y hacer realidad
sus sueños. El Ritual del Saber Abundante consiste en convertirse
en un alumno de la vida. Y, aún más importante, requiere que utilices
lo que has aprendido en el aula de tu existencia.
–¿Qué hacían el yogui Raman y los demás sabios para poner en práctica
este ritual?
–Tenían muchos subrituales que realizaban a diario como un tributo al
del Saber Abundante. Una de las técnicas más importantes es también
una de las más fáciles. Podrías empezar a practicarla hoy mismo.
–No me llevará mucho tiempo, ¿verdad?
Julián sonrió.
–Las técnicas, trucos y consejos que te estoy dando te harán una persona
más productiva y eficaz. No seas derrochador en lo grande y mezquino
en lo pequeño. Piensa en los que dicen que no tienen tiempo de
hacer copias de seguridad en su ordenador porque están muy ocupados
trabajando en ellos. Cuando esas máquinas se estropean y el trabajo de
meses se pierde, entonces lamentan no haber invertido un rato al día
en salvarlo. ¿Me entiendes?
–¿Definir mis prioridades?
–Exacto. Trata de no atar tu vida con las cadenas de tu horario de trabajo.
Céntrate en las cosas que tu conciencia y tu corazón te dicen que
hagas. Cuando inviertas en ti mismo y empieces a elevar tu mente, tu
cuerpo y tu personalidad a los más altos niveles, te sentirás casi como
si tuvieras dentro un navegante personal que te dice qué cosas has de
hacer para obtener los mejores resultados. Ya no te preocupará el reloj,
y empezarás a vivir de verdad.
–¿Y cuál era ese sencillo subritual que ibas a enseñarme? –pregunté.
–Lee regularmente. Leer media hora diaria puede hacer maravillas. Pero
debo prevenirte: no leas cualquier cosa. Has de ser muy selectivo
con lo que metes en el exuberante jardín de tu mente. Ha de ser algo
inmensamente nutritivo; algo que sirva para perfeccionarte a ti mismo
y a la calidad de tu vida.
–¿Qué leían los sabios?
–Pasaban muchas horas leyendo y releyendo las enseñanzas de sus
antepasados. Devoraban este tipo de literatura filosófica. Todavía los
recuerdo sentados en pequeñas sillas de bambú y leyendo sus libros curiosamente
encuadernados, con la sonrisa sutil del esclarecimiento dibujada
en sus labios. Fue en Sivana donde aprendí de verdad el poder
de los libros y el principio de que un libro es el mejor amigo del sabio.
–Entonces ¿debo ponerme a leer todo libro bueno que caiga en mis
manos?
–Sí y no. Yo nunca te diré que no leas todos los libros que puedas. Pero
recuerda, hay libros para saborear, libros para masticar y, por último,
libros para tragar enteros. Eso me lleva a un nuevo punto.
–Que tienes hambre.
–No, John. –Rió–. Sólo quiero decirte que para sacar todo el jugo a un
gran libro debes estudiarlo, no sólo leerlo. Repásalo de arriba abajo
como haces cuando lees los contratos de tus grandes clientes. Trabaja
con él, sé uno con el libro. Los sabios leían muchos de los libros de su
biblioteca hasta diez y quince veces. Los trataban como si fueran documentos
sagrados de origen divino.
–Caray. ¿Tan importante es leer?
–Media hora diaria hará que rápidamente veas las enormes reservas
de conocimiento que tienes a tu disposición. Si quieres ser mejor abogado,
padre o amante, existen libros que te propulsan como un cohete
en esa dirección. Todos los errores que puedas cometer en la vida han sido
cometidos ya por quienes te precedieron. ¿Crees de veras que los
desafíos a que te enfrentas son únicos?
–Nunca había pensado en eso, Julián. Pero entiendo lo que dices, y sé
que tienes razón.
–Todos los problemas a que uno se enfrenta se han planteado ya anteriormente
–afirmó Julián–. Es más, todas las respuestas y soluciones
están impresas en las páginas de los libros. Busca los libros adecuados.
Aprende cómo han hecho otros para manejar esos problemas que ahora
se te plantean a ti. Aplica sus estrategias y las mejoras que vas a notar
en tu vida te sorprenderán.
–¿A qué te refieres con los «libros adecuados»? –pregunté, percatándome
de que la argumentación de Julián era excelente.
–Eso lo dejo a tu albedrío. Personalmente, y desde que he vuelto del
Himalaya, paso gran parte del día leyendo biografías de hombres y mujeres
que admiro.
–¿Puedes recomendarle algún título a un joven entusiasta? –pregunté
con una sonrisa.
–Claro. Te encantará la biografía de Benjamín Franklin. Podrías sacar
una buena dosis de ímpetu de la autobiografía de Mahatma Gandhi. Te
sugiero también que leas Siddhartha, de Hermann Hesse, la filosofía
superpráctica de Marco Aurelio y algunas cosas de Séneca. No estaría
mal que leyeras Piensa y hazte rico, Napoleón Hill. Yo lo leí la semana
pasada y creo que es muy profundo.
–¡Piensa y hazte rico! –exclamé–. Pero yo creía que habías dejado todo
eso a raíz de tu ataque. La verdad es que estoy asqueado de todos
esos manuales para hacer dinero.
Aquí los capitulos anteriores: