-No pude salvar a Karen, ella llevaba meses recibiendo notas de Rathephlam; tomó la peor decisión de todas: contestar las notas. Hay algo que tienes que entender: tú todavía tienes tiempo. Conforme las notas vayan llegando, comenzarás a tener una necesidad de contestarlas; es como si fueras un adicto a la cocaína y tuvieses en tus manos una bolsa llena, simplemente no podrás pelear contra eso. Además, no es tan simple: Karen tuvo que llevar a cabo un ritual. Cuando la encontraron, estaba totalmente en los huesos y con la mirada perdida. No dijo nunca una sola palabra y antes de morir, mató a tres policías que fueron a investigar su residencia por llamadas de los vecinos -Seifiro sacó de su chamarra unas fotos y me las extendió.
La imagen no podía ser más dantesca: sangre por todos lados, con una chica desnuda que parecía calavera, un amasijo negro a su lado, un círculo con lo que parecía ser sangre y, de pronto, noté detrás del esquelético cuerpo de Karen, unas marcas. Seguí pasando las fotografías, hasta que di con algo que me heló la sangre: había escrito con una materia cafesosa y grisácea el mismo mensaje que vi en la tumba de mi sueño:
“¬¢ȹɀɁɉɃȫʅʊʚʞɰϗϡюъ”
Le pregunté a Seifiro si sabía algo acerca de lo que decía el mensaje, pero me contestó que, por más investigaciones que hizo, no pudo dar con el significado de los símbolos. Además, recordaba nítidamente la nota de ese día decía. ¿Qué significa eso y en qué parte de mi mente podría haber un mensaje así? Muy agobiado le pregunté a Seifiro acerca de nuestro siguiente movimiento y, mientras fumaba un cigarro, me contestó seriamente:
-Justo en tres días, se abrirá un portal entre el universo de Ratheptlam y el nuestro. Según mis investigaciones, todas las muertes de las personas con las que Rathephlam interactúa se llevan a cabo un día con el portal abierto. Es decir, querido amigo, te quedan tres días de vida -tragué saliva mientras Seifiro pisaba la colilla de su cigarro.
-¿Y cómo puede ser posible que tú no estés muerto? -pregunté consternado.
-Porque ni a Rathephlam ni a ningún otro dios les importo lo suficiente. No tengo las capacidades que tienes tú o Karen. Soy un simple intermediario. Un día de tantos, alguien me puso en este plano y me encomendó la tarea de ayudar en la batalla contra Rathemphlam. Por decirlo de una manera diferente, yo tengo inmunidad.
-Con razón estás tan tranquilo: la deidad cósmica no va tras de ti -reclamé.
-He sufrido más de lo que tú lo harás en toda tu asquerosa vida. Llevo diez mil años peleando contra Rathephlam, he visto gente morir de maneras que no te imaginarías nunca. La vida es un asco, y la gente que la valora es estúpida. No hay nada de valor en esta vida… ni en la que sigue… ni en la que seguirá. Sin embargo, el que más desea que triunfes soy yo: si perdemos, sufrirás y aullarás por algunos días, pero yo me quedo. Yo debo seguir vagando, sin nombre ni oficio, en busca de una salida; tú tienes una salvación, pero yo no.
Callé. Tenía razón.
-¿Y ahora qué? -pregunté, con la cabeza agachada.
-Ahora nada. Tenemos que entrar en sus dominios, antes de que se fortalezca y acabe con todo, empezando contigo. Te acabo de decir que tú tienes algo que yo no: contigo podemos cruzar a su mundo -Seifiro me ofreció un cigarro y acepté. -¿Estás listo?
-No, pero hoy no quiero morir -dije, mientras le daba una calada larga a mi cigarro.
-Dann Axkaná
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