Es muy probable que todo haya comenzado hace más de quinientos años con la llegada de los conquistadores. Unos hombres venidos de ultramar, sin mujeres, tenían el apremio del instinto natural por el desahogo sexual. Rompiendo cualquier tipo de extrañeza decidieron tomar a las indígenas como objetos de su deseo. Muchas de ellas quedaron preñadas y abandonadas a su suerte. Comenzaba una nueva historia. La de un tipo de familia muy particular, la nuestra, constituida básicamente por madres e hijos. Lo que Moreno ha llamado la familia matricentrada.
Con las guerras independentistas, iniciadas en nuestra patria, se marcó otro hito en la constitución de nuestro modelo de familia. Un contingente de varones se perdió en las contiendas. Venezuela fue el país que aportó más hombres en el proceso de independencia de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. En más de una década de guerra desaparecieron casi las tres cuartas partes de los hombres existentes en lo que hoy es el territorio de nuestra república.
Las consecuencias de esa desolación masculina se hicieron sentir durante largo tiempo. A nuestras mujeres les tocó enfrentar solas el cuidado de los hijos. Les proveyeron de sustento material, espiritual y les dejaron como herencia una valoración de la vida.
Estas circunstancias históricas contribuyeron a afianzar nuestro modelo de familia matricentrada. Los venezolanos hemos conocido poco la figura paterna en nuestras familias. En este sentido, hemos tenido una gran diferencia con otras culturas donde la presencia del padre ha sido fundamental.
Al día de hoy nuestra realidad es básicamente la misma a la de otros tiempos. La gran mayoría de nuestras familias, sobre todo en los sectores populares, es de madres e hijos. La presencia paterna es escasa y poco significativa. En los casos en que el padre forma parte del núcleo familiar, este tiene un papel menor en la formación de los valores, de los afectos y de la sensibilidad. Su función se limita, en la mayoría de los casos, a facilitar apoyo económico. La madre es la que define y cincela la formación de la personalidad de los hijos.
Las críticas a nuestro modelo de familia están a la orden del día. Algunos llegan al nivel de la descalificación. Nosotros mismos nos hemos definido muchas veces como incompletos o disfuncionales. Hemos tenido en mente, para hacer nuestra evaluación, los modelos de familia formados en otras latitudes, donde la presencia paterna y la pareja constituyen una realidad cultural. Pero los modelos de familia no se decretan, como casi nada en la vida, se van formando de acuerdo a lo que ha tocado vivir.
Nuestra familia matricentrada no es ni mejor, ni peor que otras, simplemente es. A partir de ese modelo, formado por madres amorosas, hemos construido un país, con una manera muy particular de encarar la realidad.
Son de alto tenor los valores que este modelo de familia ha dejado en cada uno de nosotros. El sacrificio, el desapego, la asistencia amorosa, han sido ejemplos que se multiplican sin cesar en cada hogar donde la madre es el centro de la vida familiar. Una especie de genética cultural ha hecho que esta manera de ser materna, se presente de modo inconsciente, natural, normal, en nuestras mujeres. Es una herencia de muchas generaciones a través del tiempo.
Por supuesto que también tenemos debilidades en nuestro modelo de familia. Una muy importante tiene que ver con el asunto de la responsabilidad. Nuestras madres tienden a exculpar al hijo de sus responsabilidades. En su ansia de protección les cuesta reconocer la falla de sus hijos, buscan encontrar la responsabilidad en algún otro, generalmente en las malas compañías. Esa liviandad en nuestra manera de concebir la responsabilidad tiene consecuencias en la vida social
.
Sea como sea, tenemos una historia, tenemos un modo de ser. Tenemos una identidad cultural. No somos personas formadas en el vacío. No carecemos de valores. No somos conflictivos, ni más enrollados que otros pueblos.
Creo firmemente que gracias a esa crianza matricentrada, los venezolanos somos seres especiales, abiertos al diálogo, a la hermandad y a la amistad. Nada nos cuesta ser amigos de todos. Nada nos cuesta ser solidarios con todos. Ser así es nuestra esencia humana.
Gracias por su tiempo.
Referencia. ¿Padre y Madre? Seis estudios sobre la familia venezolana. Alejandro Moreno. Caracas.2008.
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