La primera muerte de mi madre no fue el día que se fue de casa, no, ese fue su primer nacimiento. La primera muerte de Lucía fue el día que los militares entraron a su casa. Entre gritos, chillidos, ella dormía, no recuerda en que soñaba, sólo el dolor de cabeza y verse arrastrada por el suelo cogida del pelo por una mano gigantesca. Azucena miraba aterrorizada y gritaba palabras ininteligibles mientras empujaban a Eva a una furgoneta.
Lucía intentaba incorporarse pero entre el dolor de su cabeza, la fuerza de esa mano y el miedo no podía, veía a su madre, mi abuela, aquella bruja orgullosa de su estampa semidesnuda con un pecho visible humillada empujada a ese vehículo. La calle vacía, a pesar de los gritos, a pesar de ser de mañana, a pesar de ser la bruja, de todo, la calle estaba vacía. Esa noche Villa Francia no respondió.
Azucena estaba en la puerta ya sin gritar, incrédula ante la imagen de la crueldad; Lucía fue tratada como a un saco, así la metieron a la misma furgoneta, como a un saco con un perro muerto dentro, porque no era más que eso, un cuerpo muerto.
Dentro de la furgoneta Lucía seguía intentando incorporarse, sólo entonces se dio cuenta que habían otros sacos parecidos a cuerpos, en el suelo de ese vehículo.
-Tranquila compañera, tenga fuerzas-. Escuchó una débil voz de un hombre cuya pierna sangraba, Eva estaba boca arriba, aun con su pecho descubierto con la mirada fija en el techo. Tal vez adivinando lo que vendría, no preguntó nada, nunca preguntó nada...ni siquiera años después, ni siquiera ante la muerte definitiva, tal vez se enfrentó a su pena por despreciar a su hija o se resignó a ser castigada por la tierra...NO, la tierra no es tan cruel. Lucía olía los orines, la sangre que recorrían el suelo, veía el pelo de su madre empapándose con esos olores.
Es difícil relatar lo inexplicable, a Lucía y Eva las bajaron de la furgoneta en un edificio militar del centro de Santiago de Chile, al entrar en el centro preguntaron sus nombres y los marcaron en una lista; Eva intentó hablar, preguntar, pero la golpearon y luego las arrastraron a una celda, podían haber caminado, pero sus captores parecían disfrutar con cada momento en que pudieran humillarla.
Ya en la celda colgadas de manera que sus rodillas no tocaban el suelo, pero tampoco podían ponerse en pié porque el techo era bajo, el objetivo era claro, cansarlas, asustarlas, que estuvieran obligadas a mirar, oír. Vieron a otra gente, otros presos, Lucía no reconocía a nadie y todavía no sabía con certeza la razón de todo eso, ya no sentía dolor, pero veía a su madre en silencio recordaba lo que su hermana le había dicho una vez “Cuéntaselo a la mamá” ¿Y Si lo hubiera hecho?¿ Si le hubiera mostrado la carta de Luis?.
-Mamá- Suplicó la niña intentando acercarse a Eva, pero la madre dijo: No digas nada, aguanta, aguanta...está en tu sangre, te he contado muchas veces la historia de tu abuelo, era un miliciano francés, estuvo en la primera guerra y sobrevivió...esto es un error, ya se darán cuenta...pero tu aguanta, somos sobrevivientes. Lucía se dio cuenta que el silencio de su madre no era porque guardara un secreto que las salvara en ultimo momento, como estaba acostumbrada, sino que su madre estaba tan temerosa como ella y casi fuera de la realidad, como le hubiera enseñado su hermano hace años...eso no era un error, y aun que lo fuera, el daño estaba hecho, les preguntaron los nombres al entrar las reconocieron...pero Lucía no tenía fuerzas y en algo sí que Eva tenía razón, había que aguantar. “Si mamá”, respondió al fin y bajó la cabeza esperando la infamia.
Ilustración propia creada para la "Reflejos de nis Sombras" por @dcaroa y @senoralonchafina
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