Al salir de la iglesia Pablo pudo percibir el sol en su cara, parecía una mala broma, mientras se veían los vehículos militares con los individuos apuntando a todo lo que se movía.Era septiembre de 1973 y mi padre, Pablo, aún no había podido regresar a casa y su camino sería largo ya que le acababan de dar el aviso que la casa de Pedro Lagos con Víctor Manuel había sido visitada por carabineros buscándolo.
El amigo que había ido a buscarle era su amigo de universidad y compañero del partido Comunista… años después supo su verdadero nombre, como yo lo conocería toda mi vida, El güatón Briones.
Mientras caminaban por Blanco encalada, el Briones narró a mi padre la forma en que escaparon de la escuela de Magisterio junto al edificio de las Fuerzas Aéreas. Resultó ser que los militares que llegaron al lugar no estaban organizados, ni sabían qué hacer. Sólo se apuntaban unos con otros con los de las fuerzas Aéreas, por lo que aquellos que veían la escena, salieron de la universidad en grupos de tres, antes de que los uniformados reaccionaran. Así escaparon muchos, los que quisieron quedarse a “luchar” fueron detenidos y desaparecidos en el momento en que ambas fuerzas militares se coordinaron.
Mi padre pensaba en sus amigos, en sus compañeros, en su familia, en Ana… de la que se había separado y en cómo podría sobrevivir.
No sabía bien qué estabamos haciendo. Llegó el "chico Riesco" con una sonrisa y nos abrazó, de ahí nos dividieron en grupos y nos pusieron junto a un auto, yo no sabía ni manejar.Los cabros de ingeniería se pusieron a repararlos y a mi me pasaron una lija. Al fin nos explicaron que había que lijar los símbolos oficiales para utilizarlos. Así que a esas alturas llevaba corriendo, tirado de güata, escondido en una iglesia y ahora lijando la puerta de un Jeep. Parecía que no volvería nunca a la casa. Si, estaba cansado.
Y ya para terminar el dia unos flacuchos aparecieron, como gran cosa se identificaron como del MIR y dijeron que esos autos eran suyos. Nos pusimos a discutir, ya los teniamos repartidos por recorridos y personas. Pero sacaron pistolas y nos apuntaron; si, saltamos a escondernos, pero yo no dejaba de pensar en la ironía de morir a balazos entre nosotros, mientras un helicóptero nos apuntaba.
Agarré al “chico Riesco” y lo empujé tras una pared, el Briones se escondió tras un camión viejo. Los chiquillos del MIR se quedaron frente a los autos como cowboys, intentaron llevárselos, pero nosotros teníamos las llaves. Empezaron los gritos las amenazas. Yo agarraba mi “trabuco al pecho” ( la pistola era vieja y yo tenía más miedo que me estallara en las manos que otra cosa), nos mirábamos con el güatón para intentar coordinarnos porque el helicóptero estaba tan cerca que se veía al milico que la sujetaba.
Los del MIR se pusieron en plan “cowboy” apuntando donde estábamos cubiertos, el helicóptero militar estaba cada vez más cerca, los gritos iban en aumento. En todos esos días no había tenido que pelear con nadie, salvo mis discusiones con Ana. El Briones me miró y me hizo un gesto, pero antes de que me levantara saltó en “chico Riesco”con las manos en alto.
-Compañeros, tenemos que razonar. Dijo el Chico con calma a y sin bajar las manos.
-No somos tus compañeros, somos combatientes comunista de mierda. Le gritaron los otros.
Salimos de nuestro escondite, alguien tenía que apoyar al weon, nos miró de reojo y siguió diciendo.
-Hoy somos todos sobrevivientes, miren arriba, nos están apuntando. Necesitamos combatientes, compañeros y compañeras… pero no habrá nada de eso si nos exterminan.Por favor, bajemos las armas y dialoguemos. Dijo el Chico, con voz calma, una calma que sinceramente, no sé de dónde sacó.
Uno de los “combatientes” bajo el arma y comenzó a respirar como si no lo hubiera hecho durante días. Nuestro “compañero encargado” todavía seguía escondido o se escapó, vaya uno a saber. Pero los del MIR consideraron al chico como jefe, así que se fueron a hablar con él.
Contado así, no parece gran cosa, pero nunca olvidaré la forma en que salió el chico, la forma en que controló la situación. Llevaba tantos días como nosotros escapando y todavía tenía completa la cabeza, no sé si valiente o loco; pero la verdad es que nos salvó a todos.
Al terminar la charla los del MIR se llevaron un vehículo y comenzaban a arreglar otro, yo me subí al que me dijeron y al avanzar reconocí Avenida Matta, estaba tan cerca de mi casa. Pensé en bajarme, pero el Briones me agarró del hombro “Entran a las casas, se llevan a los comunistas, violan mujeres… espérate un poco cabrito”. Agaché el moño y me puse alerta, veía a gente caminar confusa, grupos de carabineros discutiendo entre ellos. Sueños rotos, eso eramos, sueños rotos.
Pablo escapó de la Escuela de Ingeniería gracias a la coordinación de los propios estudiantes y la valentía de uno que olvidó las armas y usó la voz. Todos eran sobrevivientes. Pero lo que más le dolería a mi padre sería la separación de Ana y ver pasar a lo lejos su casa.
En cambio, ese viaje, en ese viejo jeep, lo llevó a un lugar muy diferente; A la casa del Briones, lo cual reforzó su lealtad hacia él, una lealtad mutua que se mantiene hasta hoy.
Ilustraciones propias
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